De un tiempo para acá, esta conversación se ha hecho recurrente con los amigos y es que resulta difícil asumir que la promoción cultural pueda estar en eventos total o parcialmente aislados del conocimiento de la sociedad a la que pertenecemos. En especial cuando el principal obstáculo a enfrentar es la apatía de nuestros conciudadanos, en lo que respecta al quehacer cultural de la región. 
Entonces vale pensar en la generación de nuevas formas de actuar o una adaptación considerable de las establecidas. Quizás sólo porque algunos amigos consideran que la promoción cultural a altas horas de la noche en lugares “sólo para adultos”, puede dar pie a una identificación social con el resto de las personas que se abstienen de visitar estos lugares, no por ello: deplorables o “indebidos”. O aquellos que defienden la teoría de la cultura para las clases, dividiendo los gustos y procesos culturales según la clase social a quien van dirigidos o el grado de instrucción de su auditorio.
Vale asumir que la cultura sigue siendo considerada como un elemento aislado y de menor importancia, cuya influencia social no busca involucrar sino destilar “elementos” o “agentes” relacionados con lo que ésta ofrece y en lo cual los medios masivos de comunicación tienen gran influencia.
Ante la posibilidad de asumir acciones contraculturales que representen una alternativa para nuestros conciudadanos, se presenta la primera dificultad a nuestros ojos: El desarrollo de una contracultura cualquiera, se concebiría en un movimiento marginal, aislado de las instituciones, que además debería representar una contrariedad ante los “modelos establecidos” para la promoción cultural, sin embargo ¿cuáles son esos modelos establecidos? A mi modo de ver, en lo que respecta a la ciudad que habito, no existen tales elementos y lo que más se les acerca en su mero rango ideológico, son aquellos regidos por las instituciones culturales y los medios de comunicación privados. Entonces, en un primer plano: ¿es una alternativa posible contrariar las políticas institucionales? Tal vez. Sólo que muchas de éstas políticas culturales promueven un acercamiento con la comunidad y la reivindicación de nuestros valores culturales, cosa que para mí, es una actitud loable y por consiguiente de un valor incalculable.
Entonces, es necesario ver más allá del trabajo que el Estado impulsa con las comunidades y percatarse de que los medios masivos de comunicación son generadores y deformadores de la cultura. Nótese por ejemplo las emisiones del noticiero de cualquier canal privado y observe las noticias que del ramo cultural se transmiten a millones de venezolanos, en especial compare numéricamente las noticias nacionales e internacionales, es imposible no percatarse de que las mismas están dirigidas a un tipo de público en especial, y con todo esto, considere que la promoción cultural de éstos medios no está en concordancia con el desarrollo cultural del país, sino más bien con la conformación de una cultura basada en la banalidad y el desarraigo, es decir, una “idiocrasia”. Para hacerlo más palpable pregúntele a su vecino qué evento cultural hay en la ciudad y en contraposición pregúntele sobre algún escándalo como los de Angelina Jolie y Brad Pitt, Olga Tañón o el escándalo del padre que rompió su celibato. Y recibirá sin duda por lo menos una respuesta considerablemente fundamentada sobre tales escándalos.
Mientras en las comunidades crece la vinculación y el trabajo cultural, en muchos casos desorientado y sin un efecto en la comunidad, desarrollándose a su propio ritmo. Y es precisamente hoy cuando vivimos en un país que se ve a sí mismo y reinventa formas de construirse a su manera. Vale preguntarse si: ¿El Estado también es un promotor contracultural? Lo mejor es permitirme dejar abierta la pregunta, para no ahondar más en este aspecto que podría resultar controversial y no atañe a la presente exposición.
Por otro lado, cuando se piensa en la conformación de un movimiento contracultural se pone de manifiesto la intención de crear una verdadera alternativa, y la primera pregunta que viene a nosotros es ¿para quién? ¿cuál es el destinatario de ésta posible acción cultural? Y es aquí donde es preciso saber que si nuestra idea corresponde a la cultura, corresponde también a la sociedad, dado que son valores que se influyen entre sí y en la mayoría de los casos resulta difícil distinguirlos separadamente.
Y a esta altura de la exposición, valdría la pena preguntarse ¿para qué? ¿por qué tomarse tantas molestias? Y es aquí donde coincidimos algunos creadores. Porque es esta la razón que adquiere mayor significado para todos, pues si contamos con las ventajas que el actual Estado ha otorgado al desarrollo cultural, convirtiéndola en un espacio instituido y resguardado por el propio Estado, resulta de vital importancia para los creadores, estimular la correlación cultura-sociedad y sociedad-cultura, donde la cultura muestra sus saberes y la sociedad le nutre directamente adaptando estos saberes a sus características.
En síntesis, desarrollar un movimiento contracultural que se desarrolle en una dirección definida, que además ejerza su acción al margen de las instituciones sin necesidad contrariarlas; que afecte la acción idiotizadora de los medios masivos, por uno u otro medio, y que finalmente represente una alternativa para la sociedad y se vincule directamente con esta, no sólo es una idea aparentemente descabellada, sino además: NECESARIA.
 
(Nota final: sólo siguen tres puntos suspensivos)