¿Y por qué no?
Desde este espacio para el intercambio, quería compartir con ustedes algo sobre aquel 27 de febrero de 1989, “El Caracazo”, a propósito de cumplirse 20 años de aquel terrible suceso. Pero como soy un poeta y no puedo ser de otro modo, sólo pensé en compartir con ustedes algunos poemas de un amigo, Gonzalo Ramírez Quintero, de su libro “Ciudad Sitiada”, y que por la premura de tiempo no pude transcribir completo (lo cual era mi objetivo, a riesgo de ser considerado un “pirata” literario, o cosa parecida, divulgando poemas ya publicados sin contar con el permiso expreso de su autor o su editor, pero sé que no se sentirán ofendidos). Me permito excusarme por tal atrevimiento, en especial por colocar sólo algunos textos y no todo el libro.
A la par comparto este enlace con todos nuestros amigos, en especial para quienes no hayan visto la película de Román Chalbaud “El Caracazo” (Venezuela-2005), para que la vean completa y gratis entrando a la siguiente dirección:
http://video.google.com/videoplay?docid=6505538769003852906
Consideren el presente, como un regalo de nuestra parte.
Ennio Tucci
CIUDAD SITIADA
I
Alguien tenía que quedarse a redactar los epitafios
Alguien tenía la necesidad de traducir el mundo en llanto
Alguien tenía que decir: Rosa fue su nombre
y recordar el denso y amable destello de su mirada
Alguien tenía que poder refugiarse en lo más profundo de su alma
Y a través de la despiadada evidencia de dolor
saber dialogar con la belleza
Alguien tenía que guardar el eco doliente y mudo de una plegaria
Alguien tenía que sostener el incierto anhelo humano
de un alba aún por venir en lo oscuro
como una pura e imprevisible ofrenda
Alguien tenía que escribir un lamento
en el muro más anónimo de la ciudad
Alguien tenía que poder
a una hora imprecisa
seguir tuteándose amorosamente con los muertos
(para Rosa Luxemburgo y Leo Jaguiches, in memoriam)
(para Rubén Ackerman, mi rabí, en vida)
II
Oigo una larga cadencia que se traduce en gemido corto
es la herida indecible de febrero
este temblor doliente en las manos
esta memoria cuya única cifra es el llanto
un silencio ritual vuelto ofrenda
una desolada acumulación de imágenes
aquella calle donde descubrí la anonadante nada del pensamiento
tan distante la belleza y tan extraña
Dios mío ¿dónde estás?
cómo despojarnos de palabras falsas
hay tantos rostros desconocidos donde me reconozco
como si la muerte más anónima pudiera desembocar en mi garganta
este sentir la voz tan huérfana pero tan habitada de resonancias
aquel niño que me reveló cómo por primera vez
que un cadáver podía estar lleno de mundo
VII
Por culpa de alguien está muriendo esta ciudad
Despierto en lo precario de su alma
Duermo en la sagrada desnudez de sus muertos
Al ritmo de una música griega doy con la dificultad de lo informe
El vértigo de una respiración la fragilidad de un rostro
Oscuridad vulnerable donde se halla el aliento del diálogo
Me reconozco en la cautividad de tantos corazones
Corazón cautivo el de esta ciudad
Donde el milagro de la belleza no dice nada a nadie
A ese nadie Odiseo que al fin somos
Opacos se tornan los sentidos
El afecto es lo único que no vacila
El amigo la amiga donde la bondad crea
La inmensa pradera del suelo
Lejaim por la vida fiel a su transparencia amenazada
Corazón será morada el de esta ciudad
(Para Carlos Brito)
XI
Nunca he salido de la siniestra sitiada Caracas
he querido imaginar otras calles
pero es ya demasiado tarde para que la memoria
prepare una nueva sorpresa
Nunca he podido imaginar la vida
sino en esta ciudad sitiada donde todavía
el tiempo puede detenerse en el murmullo
en el acorde tierno del cristofué
Nunca he podido olvidar que el héroe
la proclamaba altivamente
como el sitio donde debía estar su corazón
Nunca podré encontrar otra ciudad
a la cual pueda decir que pertenezco
Porque escribo poesía yo también estoy vivo
Gonzalo RamírezQuintero
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